ESCUDO DE NUESTRA PEÑA

ESCUDO DE NUESTRA PEÑA
peña txuri-urdin alcarreña

05 febrero 2012

FC. BARCELONA 2-REAL SOCIEDAD 1i

Una Real valiente y ambiciosa tuvo contra las cuerdas al Barça, que sobrevive gracias a Mess.

El Barça ganó en el Camp Nou. Menuda noticia. La novedad fue que pasó apuros. Y muchos. Quizás los apostantes no se hayan hecho ricos, pero seguro que sufrieron al ver cómo una Real valiente y ambiciosa tuvo contra las cuerdas al campeón. La magia de Messi y una misteriosa alianza culé con los rebotes impidieron que los txuri urdin puntuasen en el estadio más inhóspito de Primera División. El canterano Tello, a pase de Messi, el propio Messi y Vela marcaron los goles.
¿Y entonces cómo demonios se frena a este Barça, por muy de circunstancias que sea? Es la pregunta sin respuesta, la cuestión que ha rondado la cabeza de Montanier durante la semana. Una cosa tenía clara el míster: el balón iba a ser azulgrana y había que quitárselo. Pergeñó un once sin conservadurismos ni complejos y un tridente ofensivo integrado por Xabi Prieto, Ifrán y Griezmann.
El plan estaba más que estudiado, en vídeo, en la pizarra y sobre el terreno. Las órdenes eran presión, intensidad, concentración, fuerza y velocidad en las transiciones, que alguna habría. Los porcentajes de posesión del Barça en su estadio son abrumadores, pero el fútbol siempre reserva un margen al visitante. De éste depende luego que las oportunidades sean reales o una ilusión condenada a morir antes de alcanzar el área.
Preocupaba el frío en la Ciudad Condal, polar a la hora del choque, y Guardiola quiso que se mimase el césped con mantas térmicas para luchar contra las heladas. A sus jugadores les interesa que el balón fluya con naturalidad, pues de lo contrario la diferencia de calidad se ve reducida y les obliga a un cuerpo a cuerpo al que no parecen dispuestos. Cuanto más corra el enemigo y menos lo hagan ellos, mejor.
La Real se había concienciado de que sus opciones de éxito pasaban por hacer más metros que el Barça y se puso manos a la obra desde el pitido inicial. En su fuero interno sabía que no bastaría con mantener el orden, achicar espacios y morder en cada pugna. Enfrente estaba el considerado mejor equipo del mundo y la empresa requería un plus a todos los niveles. El partido perfecto en el Camp Nou, unido a una actuación gris de los anfitriones, puede concluir igualmente en goleada y a nadie le extrañaría.
La Real dejó escapar dos trenes al principio -Ifrán tuvo el 0-1 en sus botas en un mano a mano que estrelló en Valdés- antes de que Tello inaugurara el marcador a pase de Messi. El genio argentino nadó entre líneas sorprendido de que ningún rival le atase en corto. Bravo evitó que él y Thiago aumentaran la cuenta antes del descanso.
La Real fallaba el primer pase y, para colmo, el reloj jugaba en su contra. Es imposible aguantar semejante ritmo de persecución durante hora y media pero, en contra de la lógica, la furia txuri urdin fue in crescendo con el devenir de los minutos. En un segundo acto que cargará de orgullo la mochila de sus aficionados, la Real cercó los dominios de Valdés y pudo empatar por mediación de Griezmann.
Messi se inventó el 2-0 tras varias intervenciones meritorias de Bravo, pero de inmediato Vela acortó distancias y llevó el miedo a las gradas. No se rindió el equipo ni Montanier, quien sacó la artillería pesada -Llorente, Agirretxe, Vela, Griezmann...- para jugársela a la desesperada. Una pena que no se hiciera justicia, porque la Real merecía no regresar de vacío.
Fue la del Camp Nou una velada para rescatar detalles positivos. El más importante, el cambio de actitud respecto del pasado año, cuando la Real claudicó antes de que el Barça entrara siquiera en calor y fue mera espectadora de algunos de los más bellos goles del ejercicio. Ayer, no. Ayer, el equipo se empeñó con ahínco en torpedear las triangulaciones de su oponente, aunque la Liga no es como los regalos de cumpleaños: la intención no es lo que cuenta.
Compromiso en la presión
Markel Bergara, Rubén Pardo y Aranburu se desfondaron en la medular. Cadamuro y Carlos Martínez ofrecieron a sus pares las bandas, caminos poco frecuentados por los de Guardiola, más proclives a penetrar por senderos interiores. Y Griezmann y Xabi Prieto colaboraban en el sacrificio colectivo sin abandonar a Ifrán a su suerte.
Pero no fue bastante. Nunca lo es. No ante este Barça que imagina el fútbol como un puzzle infinito en el que las piezas encajan a medida. No ante un entrenador como Guardiola, avezado en la lectura táctica y determinante en sus decisiones. Seguramente no triunfaría en el Servette suizo, por citar un ejemplo menor, pero tampoco cualquier técnico lograría sacar tanto rendimiento a esta constelación de estrellas.
La derrota estaba descontada desde el día en que se sorteó el calendario y no hay motivos para mesarse los cabellos. Sólo el Sevilla ha sido capaz de puntuar aquí y lo más probable es que la estadística no empeore demasiado hasta mayo. No a tenor de la brillantez y solvencia exhibidas por los catalanes en los tiempos recientes, ya sea la Real o el mismísimo Madrid quien está delante.
El abonado culé se ha acostumbrado a recuperar su inversión en forma de espectáculo y, por muchas ganas que le ponga el rival de turno, por muchas patadas que dé, por implicado que esté con la causa, sude la camiseta o alma se deje en lo que hace, la única duda que persiste es por cuántos goles caerá.
No se molesten en buscar explicaciones. Es la dictadura de los millones. Entre el Barça y el común de los mortales media un abismo. Ellos tienen a Messi y los demás, no. Y el horizonte no invita a aventurar modificaciones esenciales en el reparto de papeles. El negocio está montado así y la solución no interesa a todas las partes implicadas.
Mientras llega una distribución equitativa de los ingresos por televisión, habrá que conformarse con soñar que algún día la Real, quizás esta Real con nueve canteranos en la alineación, volverá a conquistar un Camp Nou que anoche pasó más miedo que frío. Y a eso sí que no están habituados.

No hay comentarios: