El Consejo de Administración de la Real es la parte más paralizada de todas las que están involucradas en la mayor crisis de la historia del club. Es, a su vez, la que menos puede hacer a estas alturas. La única aportación que le queda sería apurar un tercer cambio de técnico, a lo que no parecen dispuestos, o haber convocado ya una Junta Extraordinaria que relajara un poco el escenario, solicitud popular a la que tampoco han accedido. De dimitir, ni hablamos, por supuesto.
Agarrados a su vacío mensaje de mantener la esperanza y la serenidad, los rectores del club simplemente asisten al progresivo deterioro del equipo que desembocará en el descenso, sin que aparentemente tengan nada que aportar en el desolador camino. Como si nada ocurriera.
Para hoy está prevista una nueva reunión, por la tarde en Anoeta, como todos los martes, pese a que las dos últimas se adelantaron al lunes por motivos de agenda. No se espera que haya ninguna manifestación pública a la conclusión de la misma ni una destitución del entrenador, aunque en este último apartado nada podría constituir una sorpresa.
El Consejo encara el inicio de otra semana muy tensa para ellos que desembocará en su presencia en el palco el domingo. Consecuencia de la decisión que tomaron la semana pasada, la derrota en Zaragoza amplifica la tensión que habrá en Anoeta dentro de cinco días contra el Mallorca. Caso de derrota no deseada por nadie, la situación puede tornarse insostenible
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